Cerquita de la frontera con Alemania y Suiza, se encuentra Innsbruck, la capital de la popular región del Tirol. Ciudad alpina de cerca de 130.000 habitantes está ubicada entre la confluencia de los ríos Inn y el Sill. Situada en pleno corazón de los Alpes austríacos, llegar hasta ella en coche es un placer para quien le gusta conducir y ver paisajes, siempre y cuando no te pase como a nosotros que todavía no sabemos porqué, nos comimos una caravana de coches y tardamos tres veces más de lo normal en llegar a ella. Carreteras sinuosas a través de montañas altísimas y verdes paisajes…ayudaron a que el percance del atasco lo sobrelleváramos mucho mejor.

Conocida mundialmente por su campeonato de saltos de esquí y por sus espectaculares pistas para el deporte blanco, también es un buen lugar para empaparse de la cultura local. Su nombre deriva del puente que cruza el río Inn, que llega al final hasta el norte del Danubio.

Una visita a esta preciosa ciudad austriaca, rodeada por montañas, y coloreada por sus edificios elegantes permite visitarla en verano, invierno o primavera, y siempre te dejará con deseos de regresar tarde o temprano. Nosotros estuvimos en Agosto y tuvimos mucha suerte con el clima. Amanecía con un sol radiante, un precioso cielo azul y alcanzábamos los 36 grados al mediodía. Sin duda un «lujazo». Como el tiempo acompañaba, nos desplazábamos desde el camping donde nos alojábamos hasta la ciudad con las bicis, por un carril bici que los une, y siempre con los imponentes Alpes a nuestra vera. Por cierto el Camping Municipal de Insbruck gozaba de unas estupendas instalaciones a escasos kilómetros del centro de la ciudad, en su interior tenía un edificio central con calefacción en los baños y en las zonas comunes, así como cocina totalmente equipada para uso de los huéspedes.

Innsbruck tiene fama mundial como la ciudad de los congresos, deportiva y centro cultural, además de una de las que más calidad de vida da a sus habitantes en toda Europa: la naturaleza, un contexto cultural muy variado y rico, buenas oportunidades económicas, y los servicios de calidad hacen una buena combinación.

Paseando por sus calles repletas de turistas y lugareños disfrutando de sus múltiples tiendas, restaurantes, cafeterías, sin duda dan la imagen de gozar de una buena economía.

En la calle principal, la Maria-Theresien-Strasse, se puede ver el Arco del Triunfo.
Seguimos por el centro histórico y atravesamos la Herzog-Friedrich-Strasse, asfaltada de forma muy particular, completamente llena de cantos rodados. El camino acaba en una encantadora plaza, coronada por el símbolo de la ciudad, el Tejado de Oro (Goldenes Dachl). Se trata de una ventana-balcón de 16 metros de altura decorado con escudos de armas y escenas de baile; el techo está cubierto de 3450 placas de cobre dorado al fuego. En el casco antiguo los monumentos son más viejos, como el Altes Rathaus, el ayuntamiento antiguo, dominado por la Torre Cívica, construida en 1442 y con una altura de 56 metros, donde se puede disfrutar de una bonita perspectiva de la ciudad, el edificio donde vivió Mozart (1769) y el Neuer Hof, residencia de los Duques Federico IV y Segismundo de Tirol (a los que encontramos mencionados en el propio Tejado de Oro).

Todavía hay mucho que ver en Innsbruck: el Hofburg, por ejemplo, el palacio imperial utilizado principalmente por la emperatriz Elisabetta (Sissi) y rodeado por un gran parque-jardín; cerca de eso está el Hofkirche, la iglesia de la corte y el teatro de la corte, hoy en día palacio de congresos. La Hofkirche es una iglesia de carácter gótico construida entre 1552 y 1563 por Fernando I en memoria de su abuelo, el emperador Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio. En la iglesia está un impresionante monumento funerario de Maximiliano que acoge el sarcófago en el que está el propio emperador con 24 relieves de mármol que ilustran escenas de su vida y decoran el sarcófago. A los lados, hay alineadas 28 estatuas de bronce de tamaño superior al natural, que representan el conjunto al completo de familiares e ídolos del emperador (ahí hay una estatua del Rey Arturo). Algunas de las estatuas son de Albrecht Dürer. La iglesia contiene también la tumba de Andreas Hofer, el patriota tirolés.

Entre los museos destaca el Ferdinadeum, una gran colección prehistórica y la mayor colección gótica austriaca, el Museo del Club Alpino, que presenta arte alpino de los últimos dos siglos, el Castello Weiherburg (1480), sede de las muestras contemporáneas, y el Museo del Cristal de Swarovski.

Una visita a la taberna más antigua de Austria (1390) es un deber, la taberna del Águila de Oro (Gasthor Goldener Adler): A la entrada puedes leer el nombre de todas las personas famosas que habían pasado por allí, como por ejemplo W.A. Mozart, J.W. Von Goethe, Paganini y Andrea Hofer.

En fin, que Innsbruck no deja indiferente a nadie, es precioso, con muchas cosas que ver y aunque nosotros aparecimos aquí por casualidad (ya que no entraba en la ruta inicial), bien se merece otra visita cuando decidamos recorrer Austria al completo.