Mucho se ha escrito sobre la Acrópolis ateniense, principal punto de interés de Atenas, icono relevante de Grecia, se yergue como vigilante de la capital y mas visible desde cualquier punto de ésta. Atenas no se comprendería sin la Acrópolis, monumento antiguo más importante del mundo occidental y coronado por el Partenón.

La Acrópolis (ciudad elevada) tuvo sus primeros moradores durante el Neolítico, y sus primeros templos, levantados en honor a la diosa Atenea, pertenecen a la época micénica. Pero los habitantes de la Acrópolis, que residieron de manera ininterrumpida hasta finales del siglo IV a.C cuando fue abandonada.

El General Pericles puso en marcha un ambicioso programa de reconstrucción del lugar; el resultado fue la transformación de la Acrópolis en una ciudad de templos que se convertiría en la obra cumbre del arte griego clásico.

Sin embargo, hasta nuestros días sólo han sobrevivido cuatro monumentos, los cuales además han sufrido numerosas vicisitudes con el paso de los tiempos: destrozos durante los años de ocupación extranjera, saqueos de arqueólogos extranjeros y reparaciones inadecuadas tras la independencia, sin contar el paso de incontables visitantes y el azote de algunos terremotos.

El monumento mas conocido de la Acrópolis y rey de ésta es el Partenón. Situado en la parte mas alta, es el monumento que recuerda como ningún otro la gloria de la Grecia antigua; además, se trata del mayor templo dórico que se acabó en Grecia, y el único construido en su totalidad con mármol pentélico, extraído del monte Pentélico, a excepción del techo, que era de madera.

Desde un primer momento el Partenón tuvo una doble función: albergar la gran estatua de Atenea que había encargado Pericles y servir como depósito del dinero de los impuestos traído de Delos.