Tantos años escuchando hablar a nuestros mayores del carnaval de La Palma y su tradicional festividad sobre Los Indianos, que este año nos pusimos rumbo a la isla bonita casi sin pensarlo. Cargamos «la furgo» con ricas viandas, con ropa de color blanco impoluto y sobre todo con polvo de talco…mucho polvo de talco…
Vamos a retroceder en el tiempo, concretamente a principios del siglo XX para contaros un pedacito de la historia sobre el origen de esta divertida y polvorienta festividad. Nosotros, como no podía ser menos, arribamos a la isla por mar, en un gran barco, como si de unos auténticos indianos se tratara…
Los Indianos, el carnaval de la isla bonita
Indiano fue la denominación coloquial que se dio al emigrante español en América que retornaba rico y se hacía extensible a sus descendientes, con connotaciones admirativas o peyorativas según el caso.
Los Indianos se convirtieron en líderes locales en la época del caciquismo (finales del XIX y comienzos del siglo XX), periodo en el que grandes contingentes de jóvenes, especialmente de regiones con fácil salida al mar, como Galicia, Asturias, Cantabria, el País Vasco, Cataluña y Canarias, se vieron obligados a lo que se denominaba «hacer las Américas«, emigrar en busca de una mejor fortuna en países iberoamericanos como Brasil, Cuba, Argentina, Uruguay, Venezuela o México.
En algunos casos acudían reclamados por sus familiares ya establecidos en esos lugares, formándose negocios familiares de notable éxito. Pero no todos los que se marcharon, tuvieron tanta fortuna, y no encontraron mejor destino en América que la pobreza de la que huían.
En cambio, los que lograron amasar verdaderas fortunas y decidieron volver años más tarde a sus lugares de origen, procuraban prestigiarse adquiriendo algún título de nobleza, comprando y restaurando antiguas casonas o pazos, o construyendo palacios de nueva planta, en un estilo colonial o ecléctico muy vistoso, que pasaron a llamarse «casonas» o «casas de indianos» . A menudo incorporaban en sus jardines palmeras como símbolo de su aventura en tierras tropicales.
También establecían su mecenazgo en instituciones de beneficencia o culturales, subvencionando la construcción de escuelas, iglesias y casa consistoriales, construyendo y arreglando carreteras, hospitales, asilos, traídas de agua y de luz eléctrica, etc.
La limpieza del origen de algunas de estas fortunas siempre estuvo en cuestión, especialmente las de los que se enriquecieron con la trata de esclavos. La esclavitud no se suprimió definitivamente en las colonias españolas hasta el 7 de octubre de 1886.
En la isla de La Palma, esta tradición se inició en el siglo XIX a partir de los festejos que se celebran con la llegada al puerto de los barcos desde Cuba y Latinoamérica. Se llamaban «indianos» a los isleños que habían emigrado y volvían a la isla presumiendo de riquezas e historias de prosperidad.
La batalla de los polvos de talco, según la creencia popular tiene su origen durante el siglo XIX, cuando un barco deja en puerto un cargamento de harina en mal estado, convirtiéndose en elemento de diversión del carnaval que en esas fechas se celebraba. Esta creencia fue desechada pues se han hallado documentos del siglo XVII que hablan de «empolvarse» el Lunes de Carnaval. Se cree que es una costumbre heredada de los rituales ñáñigos cubanos de blanquearse la piel.
A principios del siglo XX esta tradición fue reprimida por las autoridades, ya que según decían «alteraban demasiado el orden publico». Por suerte para nosotros, a partir de la segunda mitad del siglo comenzó a recuperarse con fuerza esta tradición, sustituyendo la harina original por talco. Los polvos de talco y la parodia del Indiano arrogante, se unieron de forma espontánea en la década de los 80, dando lugar a la fiesta tal y como la conocemos hoy en día.
El Ayuntamiento de La Palma, acuerda promover su declaración como Fiesta de Interés Turístico Regional, Fiesta de Interés Turístico Nacional y Fiesta de Interés Turístico Internacional»; «reuniendo la mencionada cita festiva no pocos valores históricos y etnográficos identitarios del carácter palmero, se acuerda solicitar también la declaración de Los Indianos Bien de Interés Cultural, fortaleciendo así su entidad en el ámbito del patrimonio y la cultura»
La declaración institucional señala igualmente que el Desembarco de los Indianos sintetiza una de las parcelas más relevantes de la historia cultural de Santa Cruz de La Palma, y que esta fiesta nace de los estrechos vínculos culturales y afectivos que unen la Isla de La Palma con Cuba debido especialmente a los fenómenos migratorios que han tenido lugar en ambos sentidos.
La vestimenta tradicional consiste en guayabera y pantalones blancos o traje de lino, además de sombrero panameño. Las mujeres pueden vestirse con trajes de época igualmente blancos y sombrilla de encajes, sin faltar por supuesto las alhajas. Un complemento que también suelen llevar los indianos e indianas, son las maletas (también de época, preferiblemente de cuero) que se suponen repletas de dinero y riquezas. Jaulas con animales tropicales y algunos hasta una comitiva de sirvientes de raza negra. Un elemento fundamental también es el puro.
La fiesta se lleva a cabo el lunes de carnaval y comienza desde las primeras horas del día. El personaje por excelencia de esta fiesta palmera es La Negra Tomasa que siempre acude puntual a la cita. Su llegada da el pistoletazo a la celebración de la fiesta de Los Indianos. Oficialmente arranca a las 12:00 de la mañana en el atrio del Ayuntamiento de la ciudad. Es un acto conocido como La Espera donde se hace un recibimiento a todos los indianos con música cubana y degustaciones de caña de azúcar, melaza y mojito.
A media tarde comienza el desfile de indianos desde la Avenida de los Indianos, junto al puerto, hasta la Plaza de La Alameda. La fiesta se alarga hasta altas horas de la madrugada. Para hacerse una idea de la magnitud de la fiesta, sólo basta decir que la población de la ciudad pasa a triplicarse en este día.
Todo el casco histórico es tomado literalmente por multitudes de indianos con ganas de divertirse y dejando a su paso una espesa neblina provocada por los polvos de talco.
Nos contagiamos del ambiente que se vivía, bailamos, reímos, tiramos todos los talcos que pudimos y terminamos bien rebozados.
La ciudad amanece al día siguiente cubierta por un espeso manto blanco y multitud de desechos. Una duchita a sus calles, aceras, edificios y como nueva, esta bella población poco a poco irá retomando su aspecto habitual.
Empieza la cuenta atrás para la próxima cita con «los Indianos», el año próximo esperamos disfrutarla de nuevo y con la misma ilusión.