En este viaje, la mala suerte nos acompañó durante unos días. Los accidentes durante los viajes por desgracia, también ocurren. Primero fue el accidente en tuk-tuk en Tailandia, después vendrían dos más en bus

Habíamos decidido viajar a Vientiane, la pequeña capital de Laos, lo que en principio parecía un viaje nocturno como los demás, casi termina en tragedia. Nada fue fácil desde el principio, todo lo contrario, llegar hasta ella fue una gran odisea, tuvimos momentos muy duros.

Salimos de Luang Prabang, al norte de Laos en un bus nocturno y directo a Vientiane. Al rato de salir de esta ciudad sufrimos un mini accidente que pudo ser peor, en una curva cerrada en la diminuta carretera por la que circulábamos, el bus se cruzó con un camión de grandes dimensiones, por lo que al conductor de nuestro bus, no le quedó otra opción que dar un volantazo para no chocar de frente. A consecuencia de ello, salimos desplazados hacia una pequeña cuneta a la que le seguía un terraplén, uno de los laterales del bus quedó medio colgando del precipicio, un par de metros más y quizás ahora no lo estaríamos contando.

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En el interior del bus nocturno

Después del gran susto y cuando todo parecía haber vuelto la normalidad y a falta de unas horas para llegar a Vientiane, muchos de nosotros dormíamos plácidamente. De repente y aún no sabemos como ni con qué, el bus chocó, un gran frenazo y golpe fue lo único que sentimos.

Asustados, empezamos a bajarnos del bus y vimos que tenía la parte delantera bastante destrozada, numerosos golpes, arañazos y la luna frontal toda rota. La mayoría de los que viajábamos en el bus éramos turistas y no dábamos crédito a lo que nos estaba sucediendo, ninguno de los dos chóferes quería darnos explicaciones del accidente. Tirados en la cuneta de una estrecha carretera, de madrugada, lloviznando y con el bus que parecía no servir para nada y sin saber lo que iba a pasar con nosotros.

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Al poco del segundo accidente

 

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Así quedó el bus

Muchos pasajeros seguían durmiendo en el interior del bus y ni se enteraron de lo ocurrido, entre ellos nuestro hijo Álvaro que seguía durmiendo ajeno a lo que estaba sucediendo. Se vino a despertar pasadas 3 horas del accidente, se asomó por la ventana y al ver que el bus estaba parado en mitad de una carretera y nosotros fuera de él, se asomó y dijo, ¿pero que pasa?, ¿ya hemos llegado?, no hijo!! le respondimos y sorprendidito se quedó.

Al lugar del accidente fueron llegando algunas mini vans,  que al enterarse se acercaron al lugar para hacer negocio, varios de los turistas y lugareños que viajaban con nosotros se fueron marchando, algunos porque tenían cosas que hacer en la ciudad y no podían esperar y otros por no esperar a ver que pasaba. Nosotros y algunos más, decidimos que el responsable era la compañía del bus y que eran ellos los que debían de solucionar la situación y llevarnos hasta Vientiane.

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Esperando a una solución

Después de varias horas allí tirados sin saber nada, y viendo ellos que no íbamos a desistir en nuestro empeño, pronto le encontraron una solución… le terminaron de quitar la defensa delantera, arrancaron el parabrisas delantero que estaba todo agrietado y como si de un bus “extraño-descapotable” se tratara y muy despacito nos llevaron hasta la ansiada capital, por fin y con 7 horas de retraso habíamos llegado a Vientiane.

Estábamos algo preocupados con el tema de los accidentes que nos estaban sucediendo. Nunca durante los más de diez años que llevábamos viajando nos había ocurrido ni la mas mínima y en poco más de una semana casi nos matamos tres veces. No somos supersticiosos ni tampoco creemos en cosas raras, pero esta vez hasta llegamos a a pensar que alguna «mano negra» nos estaba acompañando jejejejjee. Por suerte nada malo nos volvió a suceder durante los dos meses restantes de nuestro viaje.